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Servicio militar obligatorio para los ricos

 

En vez de hacerlo por sorteo, deberíamos empezar por los hijos e hijas de los dueños de las empresas que se benefician de la guerra, de los directores de medios que empujan hacia la guerra y de los presidentes, ministros y los diputados que apoyan la escalada bélica

«Si queremos estar preparados para combatir en Europa del Este es fundamental la instrucción y adiestramiento en paso de cursos de agua.» El pasado lunes, la cuenta de X del Estado Mayor de la Defensa publicaba esta frase junto a varias fotos de soldados españoles del Grupo Táctico Acorazado ‘Málaga’ llevando a cabo maniobras en la zona de entrenamiento de Bemowo Piskie, en Polonia. Por si al lector o lectora se le había pasado, repetimos las cinco palabras clave: «combatir en Europa del Este». O, dicho en otras palabras, mandar a la muerte a compatriotas de uniforme que ganan poco más que el Salario Mínimo Interprofesional.

«Bueno, no alarmemos a la gente. Están hablando de algo puramente hipotético», podría pensar cualquiera que haya visto la publicación. Sin embargo, no es eso lo que dicen los líderes políticos europeos y la mayoría de los medios de comunicación.

Recientemente, en una cumbre en París, todos los primeros ministros de los 27 estados miembros estuvieron de acuerdo en avanzar hacia una «economía de guerra», incluido el presidente español, Pedro Sánchez. Estados Unidos y la OTAN no paran de exigir que todos los países bajo la protección de la organización atlántica eleven sus presupuestos militares al menos hasta el 2% del PIB. Recientemente, Donald Trump, que puede volver a la Casa Blanca a finales de este año, amenazaba a los países que no lleguen a esa cifra con dejarlos solos si Rusia los ataca. En España, de momento estamos en el 1,3% —al menos esa es la cantidad que se hace pública; ya que todo el mundo sabe que no hay un epígrafe más opaco en los presupuestos que el de defensa— y, en todo caso, ni Margarita Robles ni ningún otro miembro del gobierno Sánchez han arrojado ninguna duda respecto de que, por supuesto, vamos a aumentar esa cantidad a las órdenes de nuestro amo norteamericano. Las instituciones de la Unión Europea lo tienen igualmente claro y no pasa una semana sin que Ursula von der Leyen pida más madera para la escalada bélica. Coincidiendo con la citada cumbre en París, el presidente francés, Emmanuel Macron, daba incluso un paso más: abría la posibilidad a enviar tropas europeas a Ucrania. A las pocas horas, Vladimir Putin le recordaba que Rusia tiene armas nucleares.

Si la élite política europea no para de hacer sonar los tambores de guerra, el discurso en la mayoría de los medios de comunicación es todavía más enardecido. En los últimos meses, se han multiplicado los artículos y los análisis que dibujan la guerra como algo inevitable que se habría decidido ya en algún espacio sustraído del debate democrático y como algo inminente para lo cual nos deberíamos estar preparando desde ya gastando ingentes cantidades de dinero público. Tanto la derecha mediática como la progresía no paran de publicar toneladas de titulares de propaganda bélica, buscando normalizar ese escenario entre la población para que luego sea mucho más fácil tomar las decisiones políticas correspondientes. No solamente en Alemania se está empezando hablar de recuperar el servicio militar obligatorio. Varios medios de comunicación españoles han decidido abrir también ese debate al mismo tiempo que publican las abultadas proyecciones económicas sobre las cuentas de resultados de las empresas armamentísticas europeas.

«Si queremos estar preparados para combatir en Europa del Este es fundamental la instrucción y adiestramiento en paso de cursos de agua», dice el Estado Mayor de la Defensa. Pero, ¿»combatir» quiénes? El cine de Hollywood nos ha enseñado que, hace mucho tiempo, cuando dos ejércitos se enfrentaban, el rey se situaba el primero con su caballo. A medida que fueron pasando los siglos, las películas nos empezaron a mostrar otro tipo de reyes que, aunque todavía estaban presentes en el campo de batalla, se situaban sin embargo en la retaguardia, con un mapa y un catalejo, dando órdenes. Los equivalentes de los reyes actuales, es decir, los dueños de los fondos de inversión y de las empresas de armamento que se forran con las guerras, los directores de los medios de comunicación propiedad de estos mismos oligarcas o los dirigentes políticos que operan como sus mayordomos en los gobiernos y en los parlamentos —no hace falta que nos lo muestre ninguna película— ya no están ni al frente de los batallones de infantería ni en la retaguardia. De hecho, no están ni cerca del campo de batalla. Mientras mandan a la muerte a jóvenes con salarios precarios y justifican la destrucción de ciudades enteras, el asesinato de civiles y el desplazamiento forzado de millones de personas, los señores de la guerra del siglo XXI están cómodamente sentados en un luminoso despacho a miles de kilómetros de allí, las más de las veces en las plantas altas de los rascacielos de los barrios financieros.

Hace poco un periodista preguntaba a Ursula von der Leyen si ella estaría dispuesta a que sus hijos fueran a jugarse la vida al frente de guerra. La belicosa presidenta de la Comisión Europea contestó con una carcajada y dijo que sus hijos no están en el ejército.

Para detener a los vampiros capitalistas, a sus cañones mediáticos y a los aprendices de brujo de la política que juguetean con la posibilidad de llevar a Europa a un conflicto nuclear, hace falta una movilización social masiva y la proscripción civil y electoral de los partidos que apuestan por la «economía de guerra» (o que se ponen de perfil).

Pero —además de esto— a lo mejor se podría hacer también otra cosa.

Recogiendo el guante que han lanzado algunos medios de comunicación españoles, a lo mejor nos podríamos replantear la recuperación del servicio militar obligatorio. Eso sí, en vez de hacer el llamamiento a filas por sorteo, deberíamos probar un nuevo sistema que empiece por los hijos e hijas, los hermanos y hermanas en edad militar de los ejecutivos y los principales accionistas de las empresas que se benefician de la guerra, de los directores de medios de comunicación, los periodistas y los tertulianos que empujan hacia la guerra y de los presidentes, los ministros y los diputados que implementen o voten a favor de cualquier acción ejecutiva, legislativa o presupuestaria encaminada a fomentar la escalada bélica.

A ver si entonces siguen diciendo que tenemos que «estar preparados para combatir en Europa del Este».

 

Fuente: Diario Red

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